jueves 24 de noviembre de 2011
La rebatiña colonial regresa al galope
Después
de Libia será Siria mediante una “intervención limitada” de Francia,
Inglaterra y Turquía, según el periódico francés Le Canard Enchaîné (23
noviembre 2011), y otra vez con el apoyo de la armada canadiense que
el primer ministro conservador de Ottawa, Stephen Harper, dejó en el
Mediterráneo para apoyar cualquier intervención de países de la OTAN
(CBC, 20 noviembre 2011). Y luego “irán por Irán”, como escribía Juan
Gelman en Página/12 el pasado 13 de noviembre.
Las no tan antiguas potencias coloniales europeas y el
imperialismo estadounidense han aprendido la lección de Israel, que como
destaca el historiador Yakov Rabkin “conservó el ‘virus’ occidental
del uso de la fuerza para someter o colonizar a otros pueblos, y ahora
ese virus está propagándose. No es de origen israelí ni de origen
judío, es de origen europeo y fue muy bien preservado en Israel, que
fungió como hospedante de valores occidentales que son tan agradables
al rey de Arabia Saudí, quien los está aplicando con la represión en
Bahrein” .
En medio de las sucesivas crisis financieras, de los problemas
estructurales del capitalismo que amenazan la supervivencia del sistema,
la lucha por los mercados, sin tapujos y hasta con arrogancia,
reaparece en sus formas originales. Detrás de las fuerzas militares de
la OTAN, en Libia, llegaron los hombres de negocio de los países que
participaron en esa agresión, como Francia, Inglaterra, Estados Unidos,
Qatar, Canadá e Italia. Los militares bombardearon, mataron e hirieron y
desplazaron a numerosos civiles y destruyeron gran parte de la
infraestructura de Libia, y los hombres de negocio llegaron para obtener
los contratos para reconstruirla, para vender las armas que permitan
reponer los arsenales y el material militar destruido, y de paso obtener
los contratos para apropiarse al máximo posible de los dos recursos
naturales abundantes en ese país: el petróleo y el agua dulce. [Fragmento de artículo de Alberto Rabilotta]
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